sábado, 14 de abril de 2012

Ruidos 2.

Cuando estaba durmiendo en su cama se despertaba bruscamente por culpa de unas pesadillas que la atormentaban y en todas ellas aparecía aquella niña. Luego se tumbaba en la cama para intentar dormir pero no podía pues notaba como si alguien le susurrara cosas, que nunca llegaba a entender, cerca de su oreja. Después de esto se levantaba y encendía la luz y se ponía a ver la televisión. Esto le ocurría noche tras noche sin ninguna excepción.
No le contó nada a nadie, ni a su mejor amiga Sulli, por miedo a que la tomaran por loca.

Una mañana amaneció sudada entera, de los pies a la cabeza y muy acalorada, por lo que decidió darse un baño para relajarse.
Cuando se bañó posó su mano en su frente y notó que estaba ardiendo, tenía fiebre.
Se tomó unas pastillas para la fiebre y se pasó todo el día en el sofá viendo la televisión y bebiendo chocolate caliente. Al rato se quedó dormida.
Se despertó sudada y con la temperatura más alta que antes.
Había tenido una pesadilla pero que todas las anteriores.
La habitación estaba sumida en una completa oscuridad. La televisión se había apagado.
Allí estaban esos susurros otra vez. Giró su cabeza hacia su lado derecho y vio a un ser horrible sentado en la otra esquina del sofá. Tenía la mirada perdida, como si mirara a un infinito lejano. De su boca salía un aliento que parecía de ultratumba, le dieron ganas de vomitar pero se contuvo como pudo.
En el instante en el que pestañeó aquel ser de había aproximado a ella y la tenía arrinconada contra el sofá. Su mano se posó en su cuello y pegó su cara a la de ella. Definitivamente aquella sería la última noche que viviría. Aquel ser empezó a susurrar cosas en un lenguaje extraño que no lograba entender. Cada vez hablaba más rápido y más alto, esto provocaba que sus ojos amarillos pareciesen que iban a explotar. Los tenía inyectados en sangre.
Se asustó, quería gritar, pero de su boca no salía sonido alguno.
La habitación se tornó de un color rojo.
Aquel ser no para de murmurrar cosas.
Le dolía la cabeza y se estaba mareando porque el pestilente aliento de aquel ser le golpeaba directamente en la cara.
De pronto y sin previo aviso aquel ser se echó hacía atrás tan fuerte y de tal modo que se golpeó la espalda contra la columna cercana al sillón y desapareció en ese instante y haciendo que aquel olor a podrido desapareciera y que la habitación volviera a su oscuridad anterior.
La televisión se encendió sin previo aviso asustándola más de lo que estaba. Aquella noche no pudo dormir y se la pasó hablando con una dormida Sulli por teléfono.



Continuará....

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